Año 2025
Otoño húmedo.
14:00
1
Una como tantas otras veces se encontraba Fim sudando; esas gotas frías que sentía brotar en su pecho que con el golpear del viento helaban la piel, brotaban de la cien empapandole la patilla, brotaban de su frente nublandole la vista.
Abrumado, confundido, cada sinapsis como un relámpago dentro de su mente, 267 pensamientos a la vez; ese instante cargado de inciertos, sin un paso firme para sus piernas que ya no sentía de los nervios que le agarrotaban cada músculo de las mismas.
Ya le costaba discernir si el zanjón de la vereda podría ser escalado por sus temblorosas piernas, ese escalón en cada metro avanzado se hacía más alto, en cada zancada parecía alejarse de su casi que sentenciado al fracaso intento de escape. Pero él lo iba a intentar, como siempre, como tantas otras veces, sin importar los fracasos recientes ni los antiguos, daba igual.
2
¿Por qué no tendré un reloj que frene el tiempo?
¿Cómo hago para zafar de ésta?
-Que angustiante es el sentimiento de que te pasó el agua. Y uno, tontamente no se llevó el flotador- rebotaba una y otra vez en el interior de su cabeza.
-¿Por qué?- Seguía preguntándose.
-Mejor, más que un reloj que pare el tiempo, uno que permita volver unos minutos atrás, así me daría tiempo de no meter la pata, otra vez.-
En cada zancada, él se sabía más cerca del momento en que todo estaba por terminar, otra vez estaría expuesto a ser atrapado, y como las veces anteriores eso dolería hasta los huesos, quizás no en golpes físicos, pero seguro que en su orgullo, el cual ya venía siendo lesionado de todas sus fugas mal logradas.
No encontrar una respuesta mágica le daba una paliza de realidad, otra vez, como siempre. Como cada vez qué se disponía a una toma de decisiones el Gran Fim.
3
El sentir el calambre en el vientre, el corazón explotando en el pecho, el ahogo en su cabeza y la fatiga en sus piernas lo llevaron a ir concluyendo que el momento final estaba próximo.
No habían pasado 25 metros desde el inicio de su escape que está vez prometía ser perfecto cuando por asombro para el mismo Fim tuvo un destello de claridad.
-¡Debo cambiar mi ruta!, así será más difícil mi aprensión. ¡Bien, hacia la izquierda!
Hacia la izquierda se veía el monte a la orilla del arroyo Pando, el camino era sinuoso, piedras, ramales, transparentes, cardos. Lo conocía bastante bien, es más 3 días atrás lo había atravesado para navegar en su gran canoa verde.
-Pero si quién me sigue también conoce y hasta mejor que yo ese camino...
Mejor a la derecha, la ruta está ahí nomas, ¡es solo cruzar el alambrado!
¡Luego correré a toda prisa por la ruta, quizás justo encuentre a mi compañero!
Claro, el vendrá por ahí. ¡Debería haber llegado ya!
¿Dónde estás cuando te preciso?-
4
Al llegar al alambrado se tiró de cabeza cuasi galgo en carrera, La sensación de libertad le invadió cada gota de sangre, se sintió con más energía que nunca, ya era un hecho, está vez sí, ¡lo había logrado!. Se dispuso a seguir con su victoriosa fuga, aunque con el peso en el corazón que le rajaba hasta la tripa. La mujer que él más ama en su vida estaba siendo burlada, nada menos que por él.
Ella, la más hermosa en sus ojos, la más dulce, la que le había dado todo. Pero... ¡Este botín lo vale, obviamente que lo vale!
Sintió los pasos furiosos de ésta mujer acercarse, volteó y la contempló profundamente, admiró sus rulos al viento, pero su rostro estaba transformado, no había amor en esos gestos.
Él, que sabía que estos botines valían el amor de quién sea, se sabía varón muerto al menos en el corazón de tan bella mujer.
-¡No. Pará!
Se oyó en la distancia
5
¡Su compañero!
¡Ya está!
Él venía en su auxilio.
¡Siempre solucionaba todo!
-¡No le tire!- grito en vano.
Fue el grito más ahogado que sintió en su vida, al mirar hacia detrás emprendiendo la nueva corrida, Fim miró por encima de su hombro derecho y ¡PLAF!
Su compañero, padre, amigo, lo vio caer a toda velocidad, cada centímetro lo fue inundando en recuerdos, eran montones de aventuras, y anécdotas que se reproducían, cada navegada, cada asado, cada todo del pasar de los días.
El tiro dio justo en el rabillo de su ojo...
Por suerte un roce, de los tantos
Su compañero cayó rendido e intentó levantarlo, pero no Fim no quería, el botín estaba destrozado debajo de su cuerpo, se había reconvertido todo en segundos, sabía que si no fingía mayores heridas quedaba la otra arma pronta para usarse...
6
Él no tenía en cuenta que su madre, esa mujer de rulos al viento ostentaba haber heredado de la vieja Norma una virtud increíble, un arte milenario, el desvelo de todos los que andamos errantes por la vida. Sí, al trote de tan frenética persecución, como que al boleo se calzó el arma en su mano derecha, esa mano tan temida, el terror en el repulgue de las empanadas...
Dejó sendero al caer, seco, redondo, como lo prefiera la expresión, pero lo indiscutido era la destreza de ésta mujer de rulos al viento en lo que al lanzamiento de chanclas refiere, esas de goma, arma mortal y veladora celosa de los más finos y delicados trozos de torta de zanahoria de la huerta, bañada en el más fino y semi amargo chocolate de repostería que había sido fundido en ollas de barro.
Nuestro Gran Fim, mi hermano, 5 años de pura cepa rebelde, se había vuelto a equivocar, había osado hacer de esa exquisitez su botín antes del almuerzo. Y en ésta familia con la torta de zanahoria bañaba en chocolate no se jode.